jueves, 30 de diciembre de 2010

Fernando Belaúnde Terry en mi recuerdo.











Autor:Ramiro Sánchez Navarro.
La primera vez que tuve noticias del arquitecto Belaúnde fue en 1962, con motivo de la campaña electoral. Por aquel entonces el pueblo de Uchucmarca, en la provincia de Bolívar, departamento de La Libertad,República del Perú; se había convertido en escenario de luchas y confrontaciones entre seguidores de Acción Popular y el APRA.
Otras agrupaciones políticas no existían en mi pueblo natal,pese a que también habia otros partidos como la Unión Nacional Odriísta,la UNO,que competía en las justas electorales. Por los altos parlantes de un tocadisco solía escuchar las letras de un pegajoso huayno, interpretado por Luis Abanto Morales, que decía: “En las elecciones del 62, Belaúnde Terry será el triunfador, mambo que rico mambo, mambo de machaguay”. Desde el patio de mi casa veía cómo algunos grupos de acciopopulistas recorrían las calles gritando a todo pulmón: “Acción Popular, Acción Popular, etc.”.
De la noche a la mañana las paredes aparecían pintarrajeadas de rojo, negro o azul, con los nombres de algunos candidatos al congreso: María Colina de Gotuzo, Hernando de Lavalle, Alfredo Tello Salavarria, que no eran de la lista de Acción Popular,etc. A mis 7 años de edad no podía comprender más. La propaganda de Acción Popular y del APRA llegó a mi casa en forma de volantes y de revista de historietas. En un volante se le veía al arquitecto junto al mulo, que le sirvió para recorrer nuestras serranías. El año 1963 de nuevo hubo elecciones y otra vez escuché las consignas partidarias. Supe que Belaúnde, con su equipo de campaña había llegado a mi pueblo, pero sin saber la fecha ni el mes, aunque posteriormente tomé conocimiento que fue por los primeros días de marzo de 1963.Según algunas versiones de mis coterráneos, entre ellas la de Arturo Vega Vergaray y Luis Vega Garrido, el arquitecto y su comitiva, todos a caballo y armados de fusiles y con refuerzo policial, habían llegado procedentes de Púsac, a eso de las 6 de la tarde, a la Plaza de Armas de Uchucmarca, donde el pueblo aprista rodeó a Belaúnde, quien comenzó a repartir chicotazos para mantenerlos a raya, temeroso de ser agredido, pero la idea era solo darle el recibimiento, según aseguraban.El arquitecto y su comitiva iban al pueblo de Bolívar,siguiendo la ruta Púsac-Uchucmarca-Bolívar y su regreso lo hizo por la ruta de Bolívar-Longotea- Púsac. El caso es que por los años 62 y 63, Acción Popular era un partido bastante joven. Había sido fundado en 1956 y casi no lo conocían por mi zona. En cambio, el APRA ya tenía varios años de vigencia. Su presencia se remontaba a 1931 cuando se constituyó como partido político peruano.
No tuve ocasión de conocer a Belaúnde, aunque la novedad estaba en boca de todos, de que le había propinado un par de chicotazos , con la rienda de su mulo, el cual cabalgaba, a mi tío Napoleón Navarro Prieto (1914 -2002), acérrimo aprista, cuando para evitar que el arquitecto siguiera haciendo uso de su rienda, se había cogido de ella. Mi tío Napo, encabezando a un grupo de sus compañeros de partido y enarbolando una pancarta que decía: “los apristas dan la bienvenida a Fernando Belaúnde Terry”, había osado en ir a saludar al arquitecto. Me asegura este coterráneo, Arturo Vega Vergaray, que Belaúnde no presidió mitin alguno en la plaza de armas de mi pueblo. El encargado de recepcionarlos , a él y su comitiva ,fue mi tío Aníbal Navarro Puertas (1901-1983), en su condición de alcalde del distrito.Fueron alojados en la casona de mi tío Ruperto Llaja Prieto y de su esposa Aurora Vega Rengifo .Mis informantes me aseguran que lo vieron llegar, pero no partir, porque el arquitecto y su gente se habían marchado a eso de las tres de la mañana con destino a Bolívar donde fueron recibidos con banda de música. Por el sector de Quinahuayco,en las frígidas alturas del distrito de Uchucmarca,Belaúnde había tenido la mala suerte de mojarse el pantalón con la lluvia,que caía;
por este motivo,un comunero de nombre Gumercindo Lozano Moreno,le dio hospedaje en su casa y le tuvo que prestar un pantalón de bayeta,fabricado con lana de oveja, para que se pusiera.En Uchucmarca se rumoreaba que por culpa de los apristas, Belaúnde había decidido modificar el trazo de la carretera, la que inicialmente debía pasar por Uchucmarca a Bolívar, Bambamarca y Condormarca, etc. No sé, francamente, qué de verdad pudo haber en estos comentarios, lo cierto es que la carretera Cajamarca – Celendín – Balsas, seguía la ruta de Longotea con destino al pueblo de Bolívar, marginando al distrito de Uchucmarca.
Años más tarde me informé que tal rumor carecía de sustento debido a que las autoridades de Bolívar y de Longotea lo habían pedido, alegando que el trazo por estos lugares era más directo como ciertamente lo es.
Al poco tiempo de asumir la presidencia, Belaúnde dio inicio a la construcción de la carretera. Recuerdo que mucha gente de Uchucmarca fue a trabajar en ella, pudiendo obtener algunos ahorros. Trabajadores de otras partes del Perú habían llegado a esta zona por donde seguía su trazo el camino carretero. Cuando Belaúnde fue derrocado el 3 de octubre de 1968 por la Junta Militar presidida por Juan Velasco Alvarado (1968-1975), aquella carretera quedó automáticamente truncada y pensar que mucha gente se ilusionó con ella, porque al fin podría viajar en carro, trayendo desarrollo a nuestros pueblos.
El gobierno de Francisco Morales Bermúdez (1975 -1980), que sucedió a Velasco, en 1975, decretó amnistía general a los políticos. Algunos estaban exiliados, entre ellos Belaúnde, que pudo regresar al Perú desde los Estados Unidos para seguir participando en política.
Desde 1977, año en que llegué a Lima, comencé a visitar los locales partidarios del APRA y Acción Popular, movido ante todo por el interés y la curiosidad de conocer de sus actividades partidarias y un poco más de sus ideas políticas y doctrinarias. Además, el momento se tornaba propicio porque se estaba debatiendo la necesidad de una nueva carta política para el país, en sustitución de la de 1933.
En 1977, el arquitecto Belaunde había organizado un ciclo de charlas y de conferencias, creo por el mes de agosto,en las que él era el orador principal,aunque también lo vi disertar a doña Matilde Pérez Palacio,escritora,especialista en literatura infantil; al filósofo Luis Felipe Alarco, al periodista Alfonso Baella Tuesta. Belaunde disertaba siempre en el auditorio “Ciro Alegría”, acompañado de su plana mayor, allí estaba su hermano Francisco,que destacaba por su elevada estatura, Manuel Ulloa Elías, Javier Alva Orlandini y otros tantos.
En sus charlas Belaúnde nos hablaba del momento político que el Perú vivía, opinaba que el Perú podía seguir siendo gobernado con la constitución del 33. Y al gobierno militar de turno le exigía, en sus pronunciamientos, sin medidas dilatorias, convocar a elecciones generales.
En la Casa Rosada de Acción Popular, había trabado amistad con algunas personas, entre ellas el hermano de don Javier Alva Orlandini, el ingeniero Jaime Alva Orlandini, casado con la hoy ex senadora Bertha Arroyo. Don Jaime era una persona muy amigable y algunas veces lo acompañaba a su casa de San Isidro, donde solía invitarme café en tacita.
En cierta ocasión quise saludar a don Javier Alva Orlandini, que tenia su bufete de abogado en el segundo piso de un edificio, muy cerca del local central de su partido, en el paseo Colón, de Lima. Al llegar a su bufete, me senté en la sala de espera. Allí estuve largo rato sentado, escuchando como un murmullo, una conversación muy animada. Por el tono de voz, me pareció que don Javier hablaba con el ex presidente Belaúnde. Claro, él era. Así me confirmó la secretaria. Cuando ya me sentía aburrido y dispuesto a marcharme, la puerta de su despacho se abrió y vi que ciertamente el ex mandatario salía en compañía de su esposa, doña Violeta Correa. Al pasar por delante mío me puse de inmediato de pie para saludarlos atentamente. Saludé a la notable pareja. El mandatario se paró un momento para estrecharme la mano al igual que su esposa, y corresponder al saludo de cortesía. Su trato amable, bastante agradable, me impresionó sobremanera. Me preguntó con cierta curiosidad.
- ¿De dónde es usted?
- Yo soy de la provincia de Bolívar y de un distrito que se llama Uchucmarca.
- ¿Y como está la carretera por Sañambal? ¿Ya la construyeron?
- No, presidente, ahí se ha quedado. No hay ayuda del gobierno. Estamos esperando que llegue de nuevo a la presidencia para que nos ayude.- Belaúnde sonriente y mirando a su esposa, exclamó:
- ¡Ve! ¡Todavía quiere que sea presidente! .-Belaúnde y su señora se despidieron de mí dándome la mano con gran amabilidad. Bajaron los dos celebrando mi ocurrencia.
Me quedé unos momentos más. La secretaria me dijo:
- El doctor Alva está muy ocupado. Tiene algunas urgencias que atender; así que no va a ser posible que le atienda.
Pese a que no pude ver al doctor Javier Alva Orlandini, bajé sumamente contento de haber saludado y conversado nada menos que con el propio arquitecto Belaúnde. Quedé maravillado de su asombrosa memoria ¿Cómo podía acordarse de un sitio tan lejano y poco conocido como Sañambal? Este farallón esta situada en una zona cálida, cercano al valle de Púsac, uno de los anexos de distrito de Uchucmarca y por donde el camino de herradura,que une a los pueblos de Púsac y Uchucmarca,trepa serpenteando la rijoza ladera. Recordé entonces que un año antes, en 1977, don Manuel Puertas Caicedo y su hermana Lucia apoyaban por aquel sector un ramal de carretera al pueblo de Uchucmarca, pero quedó trunca, porque los comuneros uchucmarquinos carecían de maquinaria, como perforadoras y roturadoras para abrir la trocha carrozable por aquella pétrica ladera.Solo la pudieron avanzar por la pampa de Chómal algunos kilómetros y luego ahi quedó. Por alli precisamente estaba el trazo original de la carretera Marginal,la que sólo se pudo concretar muchos años después, en el 2007.
Don Manuel Puertas Caicedo y su hermana Lucía son oriundos de Uchucmarca, que ya llevan radicando largos años en Lima. Ambos son militantes de Acción Popular. Don Manuel era además presidente de la “Asociación Mutualista de Uchucmarca”, fundada en 1959 con el propósito de agrupar a los residentes uchucmarquinos en Lima. Bajo el segundo gobierno de Belaúnde se reimpulsó la construcción de carreteras.Lo bueno de este gobernantes es que tenia un sentido práctico de la vida.Soñaba con hacer carreteras y otras obras de progreso para bien de los pueblos.No fantaseaba mucho con grandes integraciones continentales,en forma abstracta,aunque si con obras concretas,tangibles,promoviendo primero la integración del pueblo peruano con la ejecución de importantes proyectos de desarrollo como carreteras,conjuntos habitacionales,colonizaciones de nuestra Amazonia,polos de desarrollo,igualmente en nuestra selva,electrificaciones,etc.
Al parecer, Belaúnde siempre me tuvo presente y esto se explica porque yo siempre participaba de sus charlas y algunas veces le hacia algunas preguntas que él respondia con mucho agrado. Era un hombre de recia personalidad,sumamente culto,hablaba fluidamente el inglés y el francés,siendo además orador elocuente,que sabia acuñar hermosas frases,ricas en metáforas,tenía un lenguaje bastante florido,etc.Creo fue por 1980, con motivo de la gran parada militar, luego del desfile, él venía en carro descubierto por la Av. Brasil. Cerca a la plaza Bolognesi, yo estaba de pie, mirando al mandatario; me reconoció al instante y me saludó con la mano, gesto que yo correspondí efusivamente. Desde 1977 a 1980 yo siempre concurría a su local partidario para escuchar sus charlas. Allí coincidía con algunos coterráneos míos, entre ellos don Manuel Puertas Caicedo, su hermano Luis Puertas Mariñas, Humberto Mariñas Alfaro y Joaquín Castro Paredes, del distrito de Bolívar, con quien nunca tuve ocasión de conversar,solo lo saludaba con la mano cuando lo veía pasar de prisa hacia el patio interior donde se congregaba la militancia.
Ahora que don Fernando Belaúnde Terry ya no está más en este mundo terrenal evoco su memoria,su imagen y su pensamiento.Es un gran ejemplo que los peruanos debemos imitar para seguir edificando el Perú.Que dios lo tenga en su santa gloria al igual que a su esposa doña Violeta Correa de Belaúnde.
Fotos:
1- Foto superior muestra a Belaunde en el pueblo de Bolívar,capital de la provincia de igual nombre.Esta foto corresponde a su gira proselitista de marzo de 1962.
2.- Segunda foto superior muestra a Belaunde montado en su mulo recorriendo nuestras serranias peruanas,con motivo de su campaña electoral de "pueblo por pueblo",en 1962.
3.-Esta foto no corresponde a la visita de Belaúnde a Uchucmarca,sino al pueblo de Jumbilla,capital de la provincia de Bongará,departamento de Amazonas,Perú,en 1963. La he subido para que nuestros amables lectores tengan una idea de los viajes del arquitecto por el interior del Perú.
4.- Afiche de Acción Popular de la campaña de los años 62 y 63,donde se ve al arquitecto Belaúnde con su clásico saludo "Adelante".
5.- El autor del articulo,Ramiro Sánchez Navarro,en el puerto de Ystad,condado de Escania,en el sur de Suecia,en un momento de descanso y meditación.Julio del 2010.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Recordando a Mario Vargas Llosa.





Autor:Ramiro Sánchez Navarro
Antes que yo llegara a Lima, como todo provinciano, con una alforja o costalillo al hombro, cargado de muchas esperanzas e ilusiones, a Mario Vargas Llosa y a otras celebridades peruanas sólo las conocía de nombre y por sus fotos.
Estando el suscrito en Celendín, una ciudad del departamento de Cajamarca, Perú, tuve la ocasión de leer algunas obras de Vargas Llosa, entre ellas “Los Cachorros, Los Jefes”, “La Ciudad y Los Perros”, “Pantaleón y las Visitadoras”, etc. que me parecieron muy interesantes, pues tienen la propiedad de atrapar al lector. Vargas Llosa es un escritor realista y sus obras reflejan en alguna medida las historias de la vida real que describe.
En 1977, año en que llegué a Lima, el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez, había dado inicio a su “apertura democrática”, doblegado por la crisis económica, para devolver el poder a la civilidad,anunciando poco después del paro del 19 de julio, su deseo de convocar a una asamblea constituyente.
Los líderes de los partidos políticos tradicionales como el APRA y Acción Popular se preparaban nuevamente para intervenir en política. Pues se voceaba que había que preparar una nueva Carta Magna, que sustituyera a la del 33, que fue sancionada por el presidente Luis Miguel Sánchez Cerro.
Esa era la propuesta de Haya de La Torre y por lo tanto debía designarse una asamblea constituyente, mediante elecciones generales. Con este motivo, en la Casa Rosada, de Acción Popular, ubicada en la Av. Paseo Colón, de Lima, el líder fundador de esta agrupación política daba conferencias y charlas, junto a toda su plana mayor. Personalmente, el líder y fundador de Acción Popular no estaba de acuerdo con que se cambiara de Constitución. Consideraba que con la de 1933 se podía seguir gobernando. Su partido, haciéndose eco de su posición personal,no participó en los comicios para elegir a los constituyentes de 1978-1979. Lo que Belaunde exigia es una convocatoria a elecciones generales para elegir a un nuevo gobernante.Fue en este contexto, si mal no recuerdo, que Mario Vargas Llosa fue invitado a dar una charla sobre “El derecho a la crítica y a la libertad de información en Inglaterra”, creo así se titulaba su conferencia.
La llegada del notable escritor a la sala “Ciro Alegría”, de la casa política de Acción Popular, causó mucho revuelo entre la nutrida concurrencia. Muchos exclamaban “allí está Vargas Llosa, allí está Vargas Llosa”. En efecto, Vargas Llosa hizo su ingreso al auditorio acompañado de algunos líderes acciopopulistas y también creo de Alfredo Barnechea. Luego de intercambiar saludos con Belaúnde, se sentó a su lado. El ex mandatario estaba de pie, en la tribuna y seguía perorando. Me pareció que Vargas Llosa estaba muy atento a lo que decía Belaúnde. El escritor lucía una casaca americana y un peinado parecidos a los del cantante argentino Sandro, con quien tuve la impresión de que guardaba cierto parecido. Luego le tocó el turno a él. Se puso de pie, saludando a la nutrida concurrencia y se abocó a desarrollar su tema y para lo cual se valía de algunas fichas, como ayuda memoria.
En su intervención, el novelista cuestionaba la política del gobierno militar, que ciertamente no daba lugar a la crítica como tampoco a la libertad de información como en Inglaterra y otros países democráticos, principalmente de Europa. En el Perú, de ese entonces, la prensa estaba parametrada y los periodistas amordazados. Vargas Llosa en aquella ocasión y como en muchas otras, habló con aplomo; estaba brillante y firme en su credo democrático. Se ganó nuestros aplausos y las felicitaciones de Belaúnde y de su Estado Mayor. Al verlos de pie a los dos, saludándose, advertí que Vargas Llosa y Belaúnde eran de la misma estatura, altos. Ya por 1978 y al cabo de algún tiempo leí en un periódico de Lima que Vargas llosa iba a presentar la novela “Los convidados de piedra”, del escritor chileno Jorge Edwards, en el Country Club de San Isidro. Dicha presentación comenzaba a las 7.30 PM “Esta tampoco me la pierdo”, me dije. Sin embargo, me sentí desilusionado cuando al consultar con mis bolsillos, sólo tenía para mi pasaje de ida y vuelta. El ingreso era pagado. El valor de la entrada estaba a la altura de la clase pudiente y culta, que concurrió aquella noche. Por algunos momentos me puse a pensar sobre la forma de ingresar. La lamparita se me prendió y me iluminó el pensamiento. “Diré que soy su amigo y así podré entrar”. Sin más cavilaciones, me puse en marcha. Del centro de Lima tomé un microbús que me llevó por la avenida Salaverry y me dejó muy cerca al Country Club. Llegué a eso de las 8 de la noche. La presentación ya había comenzado y Vargas Llosa estaba hablando a la numerosa concurrencia, que seguía comprando sus entradas para verlo y oírlo hablar.
Me paré en el portón un rato. El portero me miró largamente de pies a cabeza y al parecer no le causé mala impresión, pues estaba yo con los zapatos nuevos y bien lustrados, y vestido regularmente. “¿Tú no vas a ingresar?”, me preguntó con cierta curiosidad e inquietud, le respondí, “no creo, porque se me ha caído la billetera”, y a continuación agregué: “pero yo soy amigo de Vargas Llosa, por favor dígale que estoy aquí para que me haga ingresar”. Entonces el portero se fue a donde se hallaba Vargas Llosa. Yo estaba en el portón mirando atentamente hacia adentro. Me pareció que le dijo: “hay un joven que quiere ingresar, no tiene para la entrada, pero dice que es su amigo”. Escuché como que le decía escuetamente: “hágalo pasar”.
El portero regresó y me hizo saber la noticia: “me ha dicho que pases”, entonces yo, frotándome las manos de lo contento que me sentía, ingresé y me situé al final de toda la concurrencia, donde me mantuve de pie. Los demás estaban sentados cómodamente y en actitud silenciosa y atenta a todo cuanto decía Vargas Llosa. Desde allí lo seguía escuchando y cuando concluyó le tocó el turno al escritor Jorge Edwards, autor de la novela presentada aquella noche.
Jorge Edwards es un escritor chileno, miembro de una rancia familia aristocrática y propietario o accionista mayoritario del diario El Mercurio, según pude informarme esa noche.
Después de ordenarle al portero mi ingreso al auditorio, pensé sinceramente que Vargas Llosa ya se iba a olvidar de mí. Pero mayúscula fue mi sorpresa cuando vi que venía hacia mi con el brazo derecho extendido y la mano abierta para estrechar la mía, en señal de saludo. Y así lo hizo. De todo corazón le agradecí su gesto y además por haberme permitido el ingreso. Cerca del portón, el genial novelista estuvo conversando conmigo como un cuarto de hora y riendo de muy buena gana de mis ocurrencias, porque le decía “don Mario, usted porqué no se dedica a dictar un curso de literatura y a dirigir un taller de narrativa, para aprender a escribir cuentos y novelas”, esto y muchas cosas por el estilo le dije aquella vez y que a él le parecía muy gracioso. Entre otras cosas me contestó que no podia hacer tales cosas ,porque tenia mucho trabajo y muchos compromisos que atender.Vargas Llosa estaba joven, jovial y elocuente como siempre, lucía un impecable terno azul y creo una corbata celeste,que le hacia juego.
Esa noche, aprovechándome una vez más de la ocasión, le pedí muy suelto de huesos que me regalara una de sus novelas, haciéndole ver que yo era uno de sus lectores favoritos y a continuación le mencioné todos los títulos de sus libros. “Caray don Mario, le dije, sería un gran honor para mi tener uno de sus libros como obsequio y con una dedicatoria suya”.
Advertí que no le causó desagrado mi pedido. Con el mayor gusto sacó una ficha en blanco del bolsillo de su saco y en ella escribió la dirección de su domicilio y el número de su teléfono. Al momento de alcanzarme me recomendó que lo llamara antes para que él me esperara “pronto iré don Mario” “estaré a eso de las diez de la mañana, de aquí a dos días”. “entonces le espero”, “gracias don Mario”. Creo pasaron dos o tres días en que lo fui a ver. A la hora señalada, ya me encontraba en el malecón Paul Harris, de Barranco, desde donde en panorámica vista se puede apreciar el mar, el océano Pacífico, que de tal sólo tiene el nombre, porque suele ponerse bravo.
Toqué el timbre de su portón. Me atendió un vigilante, quien le informó de mi presencia. Al retornar me dijo: “dice don Mario que lo esperes, que ya sale atenderte”, el portón se cerró nuevamente y yo quedé en el malecón mirando a un lado y a otro y contemplando el mar, que parecía una inmensa laguna, en cuyos horizontes se perfilaban algunas nubes oscuras. Como la cerca, que circundaba la mansión del escritor no era muy alta, pude ver su espaciosa sala, bien iluminada, donde sus libros se mostraban ordenadamente en sus estantes. Luego vi que doña Patricia, su esposa, con su pequeña hija Morgana,en brazos, a lo mucho de cuatro o cinco años de edad,bajaba de su segunda planta por una escalera de madera.
El portón se volvió abrir y de pronto apareció el escritor con un libro en la mano izquierda. Le saludé atentamente con un “buenos días don Mario”, al tiempo que estrechaba su diestra. Caminamos juntos unos pasos más allá, luego hizo un alto, sacando su lapicero del bolsillo de su camisa me preguntó: “¿Cómo se llama usted?” “Ramiro Sánchez Navarro, a sus órdenes don Mario”, le respondí. Entonces él escribió la dedicatoria en la hoja de repeto del libro “para el señor Ramiro Sánchez Navarro con aprecio”. Escribió el lugar y la fecha y luego estampó su clásica firma. Me obsequió su novela “La Ciudad y Los Perros”, en cuya carátula había dos perros en actitud de pelear. Esa novela que trata de su vida de estudiante en el colegio militar Leoncio Prado, por algún tiempo se convirtió en mi libro de cabecera.
Aquella mañana de mi encuentro con el famoso escritor, noté que ya no estaba tan alegre y contento como en la noche de la presentación del libro de Jorge Edwards. Conmigo se mostró siempre cortés y bastante diplomático, porque en ningún momento me tuteó. Me trató siempre de “señor” y de “usted”, seguramente para mantener una distancia. La verdad es que nada me importaron esos detalles o que no me hubiera hecho pasar a su domicilio. Estaba yo tan entusiasmado con el obsequio, que todo lo demás pasó a un plano secundario. Don Mario parecía preocupado. Estuve algunos momentos más con él y no queriendo quitarle más su tiempo, le agradecí de corazón el regalo y enrumbé a mi domicilio. Me iba caminando al paradero. Al cabo de algunos minutos de caminata volví la mirada y lo vi allí, en el mismo sitio, mirando al mar, con sus dos hijos Álvaro y Gonzalo, muchachos aún, que momentos antes habian salido de su casa a carrera, a reencontrarse con él. Don Mario no daba muestras de ingresar pronto a su domicilio.Entonces pensé que momentos antes de mi visita él habría estado leyendo o escribiendo y ahora aprovechaba para distraerse un poco y despejarse la mente.
32 años después, cuando tuve ocasión de visitar Estocolmo, la capital de los suecos, visité la ciudad antigua, el gammla stan,el corazón del aquella urbe. Con mi buen amigo Florentino Tello Quispe, que me sirvió de cicerón, visitamos el congreso, el palacio real y el local donde entregan los premios Nobel.
Mientras miraba atentamente el interior del auditorio por mi mente pasaban las imágenes de algunos escritores latinoamericanos laureados con este máximo galardón: la chilena Gabriela Mistral, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el chileno Pablo Neruda, el colombiano Gabriel García Márquez, el mejicano Octavio Paz...
Me puse a pensar en los escritores peruanos, ninguno había obtenido este premio, ni siquiera Mario Vargas Llosa, pese a su larga y fecunda trayectoria literaria y a los numerosos premios obtenidos como reconocimiento a su creatividad y laboriosidad de escritor.
Estuve observando las columnas de mármol que le servían de soporte a este viejo e histórico edificio y mirando hacia arriba, el resto de sus pisos, exclamé para mi mismo: “¡como puede ser la vida ingrata e injusta, Vargas Llosa ha escrito muchos libros y no le dan este premio!”
Abandoné este recinto contento de haberlo conocido, aunque lamentando para mis adentros que ningún escritor del Perú lo hubiera obtenido. Pero cuál no sería mi sorpresa, grata por supuesto, que cuando retorné al Perú y ya por el mes de octubre me informo por la prensa de Lima que la Academia Sueca de Estocolmo había decidido otorgarle el Nobel de Literatura a Vargas Llosa. Entonces exclamé ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!, ¡Albricias!, ¡Albricias!, ¡Albricias!.
FOTOS:La dos fotos superiores corresponden a mi visita a la Ciudad Vieja de Estocolmo en agosto del 2010.La foto inferior corresponde al laureado literato Mario Vargas Llosa.