martes, 8 de diciembre de 2009

Don Florencio Llaja Portal,un personaje de Uchucmarca.


Autor: Florencio Llaja Portal.

He pasado cierto tiempo preguntándole a mi conciencia si alguna vez tuve la libertad de hacer algún daño a mi prójimo para descartarme yo mismo de la sociedad. Bueno, no sé si mi memoria se apone a descubrirlo. Digo con toda claridad que esas sombras no se me presentan y apoyado en esa confianza quiero recordar lo que fui y lo que soy todavía. El que al final suscribe… nací en Chechumbuy Loma, sector que ahora pertenece a Puémbol, del distrito de Uchucmarca,Provincia de Bolívar,Departamento de La Libertad,República del Perú.Vine al mundo en un humilde hogar de mis abuelos, don Fabián Llaja Huamán y doña Juliana Palacios, junto a una acequia remota y a la sombra de una hermosa planta de chirimoya, que cada año produce, bien cargado como si fueran estrellas del cielo. Así un 20 de junio de 1927, la albura de una nueva aurora, alegre, me vio nacer.

Mis padres fueron don Hermenegildo Llaja Palacios y doña Susana Portal Puitiza. Fui el primer hijo de mis padres. Cuando ya tenía 6 años me pusieron al colegio en mi pueblo de Uchucmarca, bajo la dirección del señor profesor Maximiliano Gonzáles Navarro. Cuando ya estaba adelantado en los estudios recibí preparación de los señores auxiliares don Ruperto Llaja Prieto, Eliseo Prieto Chávez y Lázaro Coronel Prieto.
Con ellos terminé mis estudios primarios. Como acto costumbrista me gustaba los trabajos de campo, la crianza de animales, el negocio, aprendí la carpintería y la sastrería. Como deporte me gustaba la equitación, el arte de montar a caballo, domar caballos morochos, chúcaros y más que todo me gustaba el fútbol, hasta dejaba de comer por acudir el deporte. Cuando llegué a la edad prematura , de la adolescencia tuve dos juicios, uno en lo civil, con el tinterillo Gumercindo Lozano Moreno por asunto de tierras, que duró once años y que terminó cuando el Ministerio del ramo ordenó el fallo a favor de la señora Balbina Puertas Casahuamán. El otro juicio fue en lo penal, un asunto criminal. Fue cuando don Máximo Aliaga me robó de mi casa, en Uchucmarca, una máquina de coser, era de pie, siete gavetas de ocultación, marca Singer Bovinar. Me duró dos años el juicio. En estos aspectos tuve que enfocarme en asuntos de leyes.

A la edad de 20 años me casé con la señora Lucrecia Huilca Ayaipoma (1933) la madre de mis hijos, la que hasta ahora todavía Dios la conserva.
Como inquietud particular me gustaba salir a pasearme por ciudades adelantadas. Cuando estaba en Trujillo (1962) salía por todos los ámbitos a pasearme y encontraba canchitas de juego. Eran los momentos de prioridad para desarrollar en mi corazón la luz del sentir. Cuando llegué a Puémbol, a la casa de mis padres sentí una gran emoción, una gran alegría.
Puémbol era un sector agrícola y ganadero, mayormente nuestro. Allí existían algunos moradores muy distantes de nuestra casa, lo cual dio lugar a mi inquietud de reunirlos a una máxima cercanía sociológica, o sea formar un pueblo. Por este motivo tuve que entrar en un diálogo con mi papá, quien resultó muy complacido.
Lleno de entusiasmo salí, a propósito, de casa en casa para incentivarles mis ideas a cada uno de mis vecinos. Al final todos me agradecieron por la gran empresa de formar un pueblo y que parecía increíble. Desde luego los invité a una asamblea para una fecha fija, a realizarse en la casa de mis padres, porque hasta aquella fecha todavía yo no tenía casa propia.
Cuando concurrieron a la asamblea, en la casa de mis padres, quienes me daban su apoyo, al igual que mis hermanos, aproveché de las amabilidades de los asambleístas, entonces traté de desgramar mis ideas, muy ajenas al egoísmo, y todos quedaron impresionados y agradecidos. Muchos se sobaban los ojos como si estuvieran despertando de un dulce sueño. Como parte de mi proyecto fue organizar un equipo deportivo de fútbol con ocho jóvenes, pero no todos portaban pelota y no tenían movimiento voluntario, carecían de práctica, por lo que tuve que someterles a los ejercicios gimnásticos.
Todos los domingos, a la primera hora, 7 de la mañana, pateábamos pelota en la cancha deportiva, La comida la compartíamos en mesa común, que preparaban las socias, que integraban un Comité de Damas.
Para el campo de juego mi papá nos regaló una chacra, en donde los hombres ancianos entraban a jugar y a trabajar. Esta chacra tenía una parte accidentada, pero como el entusiasmo ya estaba sembrado, todos nos pusimos en obra, en el movimiento de la tierra. Como carecíamos de carretillas mi papá nos regaló tres cueros de vaca, yo también puse otros tres cueros más, otros ya cargaban en costales la tierra, en fin. Todo es un festín, después del trabajo; y en vez de tomar agua cruda no faltaban los barriles de chicha para aplacar la sed en media cancha.
Así nuestro vibrante entusiasmo se expandió por todo el sitio. Luego nos vimos asediados de tanta visita. En esa forma Puémbol se reveló como un pueblo modelo, como un sol radiante de medio día. Mientras tanto yo ya pensaba en un colegio, pero no teníamos personal infantil, no obstante que contaba con la aportación de otro pueblo vecino a Longotea,donde existía la hacienda de Poña, de propiedad de don Teodoberto Lozano y familia, quienes hacían y deshacían con la pobre gente esclava, de repente aparecieron por mi pueblo a pedir posada. En estos tiempos había una ley en mi pueblo. Establecía, que gente nueva y forastera, si quería radicar, debería pasar un año para que acredite su conducta. Pero yo a esta gente lo recibí y al instante lo ubiqué, cada quien en su lugar. Luego los conduje a mi pueblo de Uchucmarca para presentarles a las autoridades correspondientes, ofreciendo mi garantía. Con este apoyo les hice empadronar; ya fueron comuneros, con este nuevo contingente ya se tuvo más población, tanto adulta como infantil. Fue un domingo, después del deporte, que les propuse pedir el reconocimiento del pueblo.
Pero para esto se necesitaba ya nombrar sus autoridades y lo hicimos de inmediato, saliendo yo elegido como candidato a la Agencia Municipal; para teniente gobernador, el señor José Cruz Mestanza.
Trabajé el acta y firmado, nos conducimos al distrito, al señor alcalde municipal que fue don Anibal Navarro Puertas, quien después de lúcidas felicitaciones nos hizo la juramentación, de inmediato. Satisfechos por estos acontecimientos, fue el momento para contar con el funcionamiento de un centro educativo, en este lugar. Tratamos de lograr el sitio adecuado y lo encontramos al centro de la población. Mientras tanto ya se llegaba la fecha para las matrículas escolares. Se necesitaba ver el funcionamiento del colegio. Como este colegio todavía no estaba reconocido tuve que presentar una solicitud al señor director del colegio distrital, en este caso, el señor Julio Vega Navarro, con el objeto de pedir un profesor contratado.
Este señor, al enterarse de nuestra solicitud, nos atendió con mucho gusto. De pronto se realizó las matrículas con la ayuda (profesora) de la señorita Domitila Floríndez Santillán, que recién había terminado su instrucción primaria; y para contar con el local escolar, mi cuñado Jovino Meztanza Gariza nos facilitó su casa. A medida que la ciudadanía en conjunto iba avanzando la construcción del local, yo aceleraba el pedido de la titulación, ofreciendo al Ministerio de Educación la donación del terreno reglamentario y la mano de obra gratuita en la construcción del local. Toda solicitud se tramitaba por el órgano regular en la capital de la provincia de Bolívar, en la Sub dirección de Trujillo y en la Dirección General de Educación Primaria de Lima. Al tomar conocimiento de nuestra solicitud, la dirección nos dio a conocer que nos apoyaba con los utensilios, techo y material didáctico. Todos estos pedidos los hacía por vía de correo, pagando las correspondencias el valor de carta certificada. Para evitar este gasto, un día aproveché una pequeña lámina de un disco roto de la radio y confeccioné un sello, esto me facilitó para trabajar en forma oficial y para que no demore estas correspondencias en la oficina de correos me gané el aprecio de la señora receptora, doña Consuelo Navarro Dominguez de Puertas, quien a la brevedad posible lo remitía a mi despacho, valiéndose de cualquier vecino de Puémbol, desde luego dejando en tregua mis ocupaciones, tenía que preparar mis documentaciones para tenerlo listo en cuanto regrese el postillón de la provincia de Bolívar hacia Chuquibamba, con destino a Celendín, Cajamarca, Trujillo y Lima. En medio de esta activa circulación, al cumplirse siete meses, tuve la suerte de plasmar mi alegría al ver claramente que un ramo de rosas derramaban su perfume en los pétalos de la titulación de mi colegio, lista para festejar su inauguración con la asistencia del inspector escolar provincial, señor Esteban Corbera Vilcaromero (1911) el señor director del colegio distrital don Ruperto Llaja Prieto sentando su respectiva acta, di cuenta de inmediato a la dirección general, anticipándoles mis más profundos agradecimientos por la atención recibida, agregando en uno de sus párrafos que: “solamente con esto no estoy contento, lo que quiero es ver en el dintel de mi colegio, colocado un Escudo Nacional, y en medio patio quiero ver flamear a un pabellón bicolor”. Muchas gracias, a la vuelta de correo este pedido ya llegó a mis manos. En esta forma mi colegio pronto se vio equipado de todo lo necesario. Al realizarse esta legalización toma cargo de la directiva educacional la señora Julia Navarro Rengifo, titulado en esta especialidad.
Al ver cumplida en esta forma mis aspiraciones, pedí mi renuncia con el propósito de tomar descanso cierto tiempo, pero sucede el caso que al pasar una semana, la personería de mi pueblo termina su periodo gubernamental el señor don Milciades Rojas Sagástegui y la Dirección General, ordena que se proceda a elecciones para la nueva personería. Para el cumplimiento de este deber patriótico que a todo ciudadano le confiere; en compañía de todo mi vecindario me constituí a la localidad distrital y cuando llegó el momento para nombrar el candidato, sin tener ninguna anticipación, me di con la sorpresa de salir yo como candidato popular. El pueblo ya había depositado su confianza en mi persona para verme dentro de tanto jolgorio metido en mi alma y en la de mis partidarios.

Hice presente algunas incógnitas pero todo fue por demás, bañado en tantos aplausos, me hizo imposible dar un solo traspié, sólo me quedaba como reacción emitirles mi agradecimiento a mi pueblo de Uchucmarca.
En el correr del tiempo, mi pueblo sufría un juicio de invasión por el periodo de veinte años con el señor Santos Díaz Rojas, en un sector del valle “El tingo”.
(Púsac) y ningún personero podía sacarlo y a la semana de mi nombramiento, me llegó un oficio de la Sub Dirección, Zonal Norte, Cajamarca, citándome a un comparendo con el litigante , Sr. Rojas. Como recién tenía en mis manos la documentación de mi pueblo, tuve que darme tiempo, cuatro días y cuatro noches para estudiarlo y darme cuenta en qué condiciones se encontraban esos trámites. Felizmente ya tenía entendimiento de esos asuntos. Al cumplimiento de estos trámites me constituí a la ciudad de Cajamarca. Por suerte, en cuanto llegué a la Agencia Díaz (1968), listo para buscar un hotel, en el cual hospedarme, me encontré con mi profesor Maximiliano Gonzáles Navarro, quien con tanta afabilidad me invitó a su casa, donde tuvimos una detenida plática hasta casi las 12 de la noche. Al respecto, mi maestro era contemporáneo intimo del señor Fiscal en ese tribunal de comunidades campesinas. Al día siguiente, mi profesor me acompañó al despacho de la fiscalía y me presentó ante su amigo como uno de sus mejores alumnos, garantizando su confianza.
Desde luego el señor Fiscal me parcializó su amistad, llegando a mantener así una merecida recomendación con las cuales me sentí empapado en la esperanza de poder liberar a mi pueblo. En cuanto salió mi profesor, despidiéndose de su amigo y de mi, nos pusimos a conversar sobre el juicio. La charla la inicié con el señor Secretario y la continué con el señor Fiscal, y Dios me protegió, tuve el valor suficiente para poderlo convencer y quedar satisfecho por el apoyo que me brindaron. Luego salí contento, acomodando los papeles en mi bolsillos, entre ellos un oficio para el contador y otro para el cuerpo policial de mi pueblo, para que se constituya al lugar del litigio “El Tingo” para que amoneste al señor Díaz y firme la entrega de tierras a la comunidad.
En cuanto llegué a mi despacho, en mi pueblo de Uchucmarca, en pocos minutos fui visitado por un grupo de ciudadanos, con la desesperación de saber cómo me fue en mi viaje y qué de nuevas había traído. Pues, me alegró bastante contarles el contenido. Así se multiplicó la novedad. Al día siguiente, a las 8 de la mañana, al golpe de campana, la plaza de armas se llenó de muchedumbre y en cabildo abierto di lectura al tenor literario de la documentación adquirida en el despacho de la Sub- Dirección de Cajamarca, cuyo reflejo de esperanza se dejó notar claramente, pues se tendía a los ojos de todo el pueblo. Llegada la fecha de la amonestación, bajé con la policía y las autoridades locales, más otras personas solventes. Fuimos presentes en el pueblo de Púsac, muy cerca al lugar de la invasión nos proporcionaron un local para nuestro despacho. El señor comandante procedió a efectuar la licitación al señor Díaz, el invasor, quien al presentarse en el despacho y manifestar sus saludos, dijo, que me conocía muy bien, “pero con él estoy engañado”, sacando su revólver, calibre 32, poniéndolo sobre la mesa, se pronunció amenazante, expresando que mi cabeza se iba a quedar en ese lugar. Ante esa arrogancia, tanto la policía como el resto de nuestra compañía, se quedaron atónitos. Al ver este asombro, mi respuesta fue. “mira viejito, si mi cabeza se queda aquí, para mi va a ser una honra, porque con mi sangre se tejerá una página más de la historia de mi pueblo y ojalá que tu no te equivoques, porque aquí también hay”. Y saqué mi 38, que lo tenía cargado. Agregué: “El tuyo no tiene municiones (no está cargado) y si no tienes, pásame la voz para regalarte unas cuantas, de este calibre (32). También tengo, diciendo esto agarré su revólver, que estaba sobre la mesa y lo alcancé diciéndole: “toma tu armita, guárdalo” para el momento preciso, acá no se necesita”. Viendo esto jaló su brazo tembloroso. Me recibió su arma y la metió a su bolsillo, luego salió sin firmar ninguna notificación, al ver este asombro en el cuerpo policial, les increpé sus conductas. El policía Jorge Ocampo admiró mi reacción y dijo que yo sería descendiente de Francisco Bolognesi o de Miguel Grau. Le contesté diciéndole: “desgraciadamente no pertenezco a ese linaje, por mis venas corre sangre india, soy descendiente de Túpac Amaru”. Después de celebrarse las disculpas, trabajaron el acta de asistencia y el tercer día emprendí nuevo viaje a Cajamarca.
Me presenté en el despacho ministerial. Fui atendido con mucha distinción. Luego el señor Fiscal, trabajó la orden de lanzamiento, oficiando al señor Subprefecto de mi provincia de Bolívar, para que se constituya en el lugar de los hechos para hacer efectivo lo dispuesto por la ley. Llegada la fecha. El señor Subprefecto, acompañado por el cuerpo policial, más el pueblo en su conjunto, nos constituimos de nuevo en El Tingo, en donde nos esperaba el señor Díaz con su familia y su abogado, el señor Notario Público, don Ruperto Rodríguez Viggiano, con el propósito de hacernos resistencia. Al término de unos minutos de controversia, este invasor se vio obligado a desocupar el terreno, firmando el acta de salida definitiva. Al fin, con este desalojo mi comunidad quedó en pacífica posesión y garantía soberana de dicho terreno.
Pero, de pronto fui enjuiciado por el señor notario en el Poder Judicial, por daños y perjuicios. Pero como los trámites se desarrollaban de acuerdo a ley, este señor de pronto se vio envuelto en mandamientos de prisión por resistencia a la ley, viéndose obligado a ocultar su cuerpo sabe Dios dónde. En medio de estos vaivenes, me encontré con el oprobio más grande de mi vida: perdí al ser que más amaba, después de Dios: Don Hermenegildo Llaja Palacios,el autor de mis dias!.
Perdí a mi querido padre un día 13 de mayo de 1968, con un álgido suspiro y un adiós, para siempre, en mis brazos terminó de exhalar el último hálito de vida. Sus pies derrumbados al fondo de la sepultura. Se marchó por un camino sin rumbo ni destino. Hasta ese entonces yo venía bañado por el perfume de un regalo, o sea en un encanto profundo, para luego verme envuelto en un desencanto definitivo, navegando en soledades y tristezas. Me convertí en un errante vagabundo. Resulté por el departamento de Amazonas: Bagua Grande, Bagua Chica. Crucé el río Chiriaco para Tuntungos. Me embarqué en el puerto de Nazareth y viajé en canoa ocho días, adentro, hasta San Francisco de Borja, cerca de Iquitos. Comprendiendo que soy un padre de familia y mis hijos se quedaban abandonados, me regresé para mi tierra (Uchucmarca), estando así cuatro años, lleno de turbaciones, caí enfermo y cuando me sentí casi grave, asediado por malos espíritus. No sé si estaba durmiendo, pero claramente me veía rodeado de shingos y zorrillos, que bailaban a mi contorno.
Yo nunca creí en el fetichismo, pero sabía que Dios de los cielos al arrojar a Satanás a la tierra, le dio poder. Tuve que dar mérito a esa intuición de haber sido brujeado y por eso me propuse viajar hacia Cañares en Lambayeque. Allí un médico especialista me curó. Fue un indio que se llamaba Joaquín Tantarico. En fin mi enfermedad desapareció, pero la impresión de haber perdido a mi padre solamente con la muerte se borrará de la memoria. Es por eso que no puedo regresar a mi pueblo, tierra de mi nacimiento y así no sé donde será mi tierra propia o sea la tierra del cementerio, donde dejaré mis huesos.
A principios de 1973 vine para Lima, a visitar a mis suegros y me encontré con mi hermana Casimira Llája y mi cuñado Francisco Meztanza Alfaro y algunos familiares más, quienes me invitaron a venir a radicarme acá, en Lima; considerándolo algo favorable, al regresar a mi pueblo, me puse de acuerdo con mi señora y mis hijos.
Pronto nos vimos en Lima, en casa de mi hermana Casimira. Mis hijos entraron al colegio a estudiar. Yo entré a trabajar en construcción civil, con el ingeniero Jorge Dubrewil, luego pasé a la compañía Neiser. Como estos trabajos no son estables, así entré a trabajar en diferentes compañías, hasta que un día cuando estaba trabajando en la Compañía Shirakawa, en San Borja, al terminar su última obra este ingeniero me recomendó en la compañía “Entur Perú”; asi llegué a conocer algunos departamentos. Cuando estaba en Huancavelica me atacó la artritis. Este fue el motivo para retirarme de la construcción. Esto ocurrió en 1985.
En ese tiempo ya sonaba la agricultura en Tocache (San Martín). Allí estaba trabajando mi yerno Pánfilo Chihuala Bailón, esposo de Dora. El laboraba para la empresa “Endepalma”. Allí me constituí. Preparé tres hectáreas de monte para chacra y sembré las plantas de coca.A los principios estábamos regular, pero de pronto aparecieron los subversivos del Túpac Amaru, luego de Sendero Luminoso. A combatir a los insurrectos entró la Infantería de Marina. Aquel escenario pronto se convirtió en un laberinto. A continuación entró la DEA, quienes fumigando las plantas, con helicópteros, las desaparecieron. Ante este desastre me trasladé a Pucallpa, al caserío Santa Rosa de Abujao, de nuevo a preparar chacras. Al principio estaba con mis hijos Delia, Roberto y mi yerno Willi Ribeiro Baneu, pero de pronto me vi solo; sufrí algunas enfermedades graves. Me pareció que la muerte agitaba sus alas sobre el cristal de mis pupilas. A propósito, ella quería llevarse los últimos latidos de mi corazón. La esperaba con decisión, siempre de pie y caminando, jamás tendido en mi cama. Solamente le rogaba a Dios para que recoja mi alma; mi cuerpo no me interesaba. Pero como el señor es tan bondadoso cuando ve a sus hijos, todo decididos a cumplir sus órdenes, en esos instantes señaló mi medicina y a prolongado mi existencia, no sé hasta cuándo todavía. Logrando esta reacción prematura, viendo al mundo tan amplio, que se extiende sobre mis ojos, me puse a redactar algunos pensamientos, pasándolo a mi cuaderno de recuerdos, que comienza con el título “Memorias de don Florencio Llaja”, donde aclaro mi vida escolar, luego mi adolescencia, la fundación de mi pueblo, la tragedia de mi enfermedad, mi vida en la selva, sobre todo recuerdos de Santa Rosa de Abujao. Algunos pliegos me sacó un profesor con el carácter de devolverme escrito en imprenta, pero como de un momento a otro me vine a Lima, todo quedó en trance de continuación, viene la historia de la fundación de este pueblo, la biografía de su fundador don Otoniel Vela Ríos, luego la historia de la creación de su institución deportiva Unión Santa Rosa más su himno, ubicación y costumbres del pueblo. Estando en estos ajetreos, de repente llegó mi hijo Abel y nos conducimos para Lima.
Llegando acá, a esta ciudad, escribo una nota al señor Agente Municipal de mi Puémbol, el pedido de mis trabajos por el Joven Ramiro Sánchez Navarro, quien está interesado en el arte del periodismo, trató de modular en su mente el sistema de las letras. Motivo a muchas circunstancias que se presentaron opuestas para regresarme a Santa Rosa, me quedé en Lima a trabajar nuevamente en albañilería.

1 comentario:

  1. HOLA soy Roxana Neyra Llaja nieta de Rosibet Llaja Alfaro y me gusto su historia "BUENISIMA"

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